Los 28 me agarran así como por sorpresa. No literal, obviamente, porque desde hace un año sabía que hoy cumpliría años nuevamente :o), pero sí con muchos cambios que experimenté que no esperaba implementar en mi rutinario día a día.
Si bien mi situación laboral no dista en nada a lo que era a esta altura el año pasado, siento que en el medio hubo muchas cosas que podrían haber sido volantazos que hubiesen venido bien. No todos los días se rechazan ofertas tentadoras por un simple “capricho ético”, como lo llamé más tarde. No me arrepiento, pero no dejo de plantearme qué hubiera sido si decía que sí. Creo que hoy estaría mejor, al menos en este aspecto.
En lo personal un caos, pero suelo manejarme bastante bien en situaciones caóticas. El malambo del bocho ahí está, zapateando y queriendo llamar la atención. Mi último medio año fue característico por ser totalmente a la deriva en este sentido: sin planificar nada, sin futurismos... qué se yo. Es lo que me salió. Demasiado bien estoy viviendo esta etapa.
Lo más grave de este año, sin dudas, es que siento que he bajado catastróficamente mi nivel futbolístico, lo cual a muchos no debe importarle, pero si para algo me consideraba relativamente “bueno” era para llevar la pelotita. No sé qué me pasa, pero siento que cada día juego peor :o(
Mi salud estable, como casi siempre. Mis últimos estudios arrojaron buenos resultados (¡hemoglobina glicosilada de 5,6%!, como si no tuviera diabetes) y el invierno veraniego lo estoy llevando muy bien... algún que otro resfrío de dos días, no más. Eso sí, el pelo se me sigue cayendo, hoy me vi la bochita atrás por los espejos del ascensor. Todo mal.
Y así es como llego a los 28: en resumen, diez años de inocencia ininterrumpida, cinco de descubrimiento prematuro, tres de locura adolescente, cuatro más de estudiante universitario mitad responsable mitad vago, uno de adaptación a la enfermedad, cuatro de estabilidad y uno de locura adolescente (sí, otra vez) ;o)